Se propone un museo en Antella, a las afueras de Florencia, donde se hallan unos restos arqueológicos. Se trata de una población que carece de actividad y se usa mayoritariamente como ciudad dormitorio por lo tanto, el museo debe ser un mecanismo de activación del territorio dotándolo de identidad propia y convirtiéndolo en un punto de atracción y encuentro. 

Es por este motivo que se estudia la posibilidad de generar nuevos caminos independientes a las grandes infraestructuras y en contacto con la naturaleza.  

El museo quiere ser un lugar donde se concentre la actividad de la población, un lugar cómodo y agradable donde poder estar. Es por ello que se propone una gran cubierta vegetal que cubrirá las ruinas y a su vez desarrollara la función de parque.

Se tiene muy presente tanto la vegetación del viario y alrededores, que generan un paseo hacia las ruinas, como en esta gran cubierta, donde los arboles se disponen aprovechando los muros de carga que hacen de estructura.

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